domingo, 27 de mayo de 2012

En defensa de la brevedad con Manuel del Cabral




Manuel del Cabral (Santo Domingo, 1907-1999) es el punto más alto de la literatura dominicana y uno de los poetas más importantes de la poesía negra. Entre sus obras principales están Doce poemas negros, Trópico negro, y Compadre Mon, este último, un poema épico y su obra maestra. Pero hoy quiero hablar de Los relámpagos lentos (Sudamericana, 1966), una colección de parábolas y aforismos, porque vengo a defender la brevedad. Una literatura necesita un solo libro de 1000 páginas o más, un arquetipo. Y ya todas lo tienen. La divina comedia. El Quijote. Shakespeare. Admiro las grandes obras de nuestros autores de hoy pero no encuentro en ellas otra cosa que no sean ecos de nuestro arquetipo. Y si es para repetir, seamos breves, que las redundancias abruman. (No hay palabra más precisa para estos libros que la de mamotreto.) Prologa Manuel del Cabral Los relámpagos lentos con esta profecía: “El futuro de la novela es el cuento, y el porvenir del cuento es la parábola, y, si la evolución no se detiene —que lo dudo—, la síntesis de la novela, el cuento y la parábola es, inevitablemente, el aforismo.” Aun no sabemos cuán certera sean estas palabras. Pero Hope springs eternal in the human breast (Pope). Ya Catulo y Marcial llegaron a la elegancia a través de la brevedad. Los relámpagos lentos defienden la brevedad porque nos revelan verdades vitales en versos que son relámpagos de sabiduría. También afirman que el juego y el humorismo son los caminos más rectos de la verdad. Valga esto de plato de entrada.

Un poema es como un perro con rabia, no escoge su víctima, muerde al que se le presenta.

Es inútil que le pongan penumbra a mi dolor. Yo sufro a fuerza de transparencia.

Al ebrio no le preguntes por qué bebe. No le ofendas su dolor.

Abrazando a un cadáver que flota, llega el náufrago a tierra. El hombre todavía para salvar la vida se agarra de la muerte.

La muerte, para existir, esperó que viviera el hombre.

Pronuncié una palabra y creció todo el trigo. ¡Qué triste estoy ahora que no tengo hambre!

Las piedras tienen hambre cuando yo las veo.

La palabra caverna se le resbala al juez. Ella allí no está en su sitio. Pero el juez abre la boca y se ve la caverna…

La Nada no cabe en el átomo, pero el átomo llena toda la Nada.

Qué haragán es el tiempo cuando tiene que enterrar a un poeta.

En lo invisible es donde veo más claro el tamaño de todas las cosas.

Si el hombre no muriera, tampoco existiría. Porque es la muerte la que hace al hombre.

En un átomo de poesía están todos los átomos.

Habla un político, y el reloj trabaja. Habla un poeta, y el reloj se para.

El alma es el abismo del átomo.

Hay perros que olfatean al hombre y aúllan como ante un abismo.

Haragán como el poeta, quien fabrica las flores sólo sabe hacer versos.

Si no fuera por la locura, el mundo todavía estaría en tinieblas.

No quiero que mi sueño se meta en la palabra. Ella es una medida. Yo no mido mi sueño.

El Universo sólo tiene tamaño cuando tiene el del hombre. No existe otra estatura.

Es más difícil ver a un hombre que mirarlo.

Del tamaño del átomo vuelve el hombre a la caverna.

La superstición es un lujo de la inteligencia. Pero en cada supersticioso hay un esclavo.

Si hablas, ya estás limitado. El pensamiento no cabe en la palabra.

Sólo quien ama dice la verdad.

La verdad no es la muerte porque la muerte no existe.

La libertad no es una palabra dormida, el aire no la deja dormir.

Cuanto más quieres tu cuerpo, más grande ves el vacío.

La tiranía no es una expresión de fuerza, es una debilidad humana.

Hay hombres que son como la moneda: tienen dos caras, pero con el mismo precio…

En la O de la boca, tiene valor el cero. Es el único cero solitario que abarca con un grito el horizonte.

Cuando estoy acostado sólo con el pensamiento me estiro como un mapa. El hombre cuando piensa, ya es camino.

En el asombro no hay éxtasis, pero en su espacio toda altura cabe.

Hay piedras que no me hacen pensar, ellas piensan por mí.

Espacio, tiempo y movimiento, si los vivo, ya no existo. Todo límite es muerte.

Si la verdad durara media hora en el hombre, todos los siglos serían minutos para su gloria.

Si la mentira no existiera, no podríamos saber de qué está hecha la vida.

El infinito que está en toda materia la llena de futuro.

Para poder ver mejor, la ciencia busca claves en la poesía.

La abeja no es ingeniera, pero ella es toda la ingeniería.

Si algo que el hombre todavía está buscando es al hombre mismo.

Si yo hubiese nacido imbécil, ¡qué gran Embajador sería ahora!

Hay haraganes que han salvado su siglo.

En tu odio hay tanto amor, que eres intolerable cuando dejas de odiar.

No hay nada más útil que una herida inútil…

Si en todas las cosas, tú me tocas, no existe la muerte.

En donde todo es luz no se puede ver nada.

Todo mi silencio está hecho de gritos.

El viento me está poniendo religioso, pero el religioso me inquieta como el viento.

El avión es un chiste de mal gusto de los ángeles, pero por él está la carne más cerca del cielo.

El ateo del movimiento dice que la distancia no existe, sin embargo, ella es el movimiento.

Quien crea que yo no existo, que se quede dormido, me verá de cuerpo entero.

La ciencia ha dejado tan atrás al hombre que ahora no sabe qué hacer con el hombre.

Las enfermedades huyen del mundo moderno, pero el miedo las aproxima.


No hay comentarios.: