martes, 16 de agosto de 2011

Convocatoria para Antología de Ciencia Ficción en Bolivia

   
Invitación a escritores de ciencia ficción:

Los coordinadores del Blog "Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia" (http://cffbolivia.blogspot.com/), invitan a todos los escritores bolivianos y extranjeros residentes en el país, a enviarnos un cuento de ciencia ficción para ser considerado en el proyecto de Primera Antología de Ciencia Ficción en Bolivia. 
Los requisitos son:
1) Ser boliviano con residencia en el país o en el exterior, o ser extranjero con residencia en Bolivia.
 2) El cuento debe estar dentro del subgénero de ciencia ficción, con temática libre.
 El relato será revisado por una comisión compuesta por escritores y expertos en literatura. El proyecto de Antología será presentado, inicialmente a una editora nacional, para su edición.
El escritor deberá enviar su obra a: Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia, Cochabamba, Bolivia, solicitando para ser tomado en cuenta en el proyecto de Antología; al correo  iprado2008@gmail.com . En una página aparte, debe enviar un resumen de su hoja de vida y datos personales. El plazo para la presentación fenece el 30 de septiembre de 2011.
Después de la selección, nos contactaremos con el escritor para comunicarle que su obra fue elegida, y las condiciones de publicación. Se publicará en el blog la lista de los relatos elegidos; aquellos relatos que no fuesen elegidos serán desechados.
Cochabamba, agosto de 2011
             Ivan Prado Sejas                                                    Miguel Esquirol Ríos

ESCRITORES

viernes, 12 de agosto de 2011

Boris y Raquel



Todo empezó en la infancia. Boris, niño obeso, moreno y de gran estatura, caminaba aburrido hacia su casa, a pocas cuadras de la escuela, cuando la vio… Su princesa de cuento, su ángel predilecto, su dueña y señora. ¿Cómo podía existir semejante dulzura y vivir al lado de su casa? Efectivamente, Raquel se mudaba a su nuevo hogar en un barrio menos privilegiado. Después de escapar de la escandalosa escena en la cual su padre mató a su madre a puñaladas, Raquel fue a parar a un orfanato de donde finalmente una tía lejana –enfermera de oficio- la rescató llevándosela a su hogar en los suburbios desfavorecidos de Montreal.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Dios!, como dice Rubén. Eso afirmaba siempre la mamá de Boris, una dominicana ex-cantante que emigró a Montreal a principios de los ochentas persiguiendo sus sueños de fama y glamour. Mas finalmente terminó por aceptar que cantar no era su vocación al ver las carcajadas y burlas hostiles del público en las “soirées” karaoke que se armaban cada miércoles en una cantina de mala muerte al norte de la ciudad. Ahora era mucama en un hotelito y cantaba para ella misma tomándose la vida a la ligera.
Aquella calurosa tarde del mes de julio Boris había sido picado por el insecto más venenoso y sigiloso de todos: el amor a primera vista. Esto lo obligó a prometerse a sí mismo que –como una mosca junto a un reflector– se quedaría al lado de Raquel sin importar los obstáculos posibles que se interpusiesen en su camino. Habiendo nacido con el sol en Tauro y Acuario como signo ascendente, Boris era testarudo como una mula y al mismo tiempo un gran idealista. Desde niño buscaba siempre lo más insólito. Como la vez que se lanzó del segundo piso con unas alas que fabricó a base de plumas de pavo real y un ventilador portátil amarrado en la espalda aterrizando sobre los rosales y terminando por fracturarse el tobillo. O como cuando tenía doce años y en una olla considerablemente grande hirvió agua y echó a un gato negro callejero para luego desmenuzarlo y tragarse los huesos lentamente frente a un espejo con la certeza de volverse invisible (según contaba un libro de magia medieval que encontró en una librería de viejo). Este suceso le ocasionó una gastritis endemoniada que lo postró en cama durante varios días. O cuando plantó un billete de 100 dólares que le robó a su mamá y lo regó con Coca-Cola –según su profesor de historia, “la bebida del capitalismo”– durante seis meses, con la esperanza de que algún día creciera un árbol de dinero, pues su madre se quejaba siempre de que su sueldo no le alcanzaba para nada. Ahora soñaba cada noche con Raquel. Soñaba que la llevaba de viaje a lugares inimaginablemente exóticos, que juntos iluminaban al mundo con su amor, que organizaban fiestas gigantescas llenas de gente famosa, que rescataban al mundo de la pobreza inventando una máquina de comida instantánea, etc.
El problema era que en ese entonces Raquel salía con Jason, un reconocido abusador de menores y débiles marginados.
Te enteraste cuando caminabas hacia la parada del bus y los viste besarse. Qué sentimiento más amargo, ¿no es así, Boris? Tuviste que girarte y caminar a casa aunque estuviese lloviendo a cántaros, pues nada importaba ya, en tu corazón había una verdadera tormenta. Decidiste por un tiempo alejarte de Raquel y de tus fantasías con ella y fue ahí cuando descubriste el alcohol y diferentes narcóticos que te ayudaban a ver la vida de otro color. También descubriste el Metal Industrial y el Trip-Hop, y conociste al Chukuto, con quien compartías charlas existenciales, frustraciones sociales y humor trascendental. Fueron años de adolescencia llenos de altibajos y ahí experimentaste el verdadero peso del mundo. Raquel, por otro lado, era la mujer más cotizada del colegio. Todos querían salir con ella, chicas y chicos. Su carisma era irresistible y colmaba cualquier lugar con su presciencia femenina desbordantemente sensual. Un día, el profesor de Filosofía, Fernando Iturdibe, intentó hacerle avances demostrándole su conocimiento sobre las pinturas de Klimt, Manet y Gauguin, donde se contemplaba el cuerpo de la mujer como algo sagrado. Esperó a que algunos estudiantes de otro curso salieran del aula y, luego, en un arranque de excitación, le apretó las tetas de súbito con una sonrisa de angustia y placer. Ella soltó un alarido. Pronto acudieron otros profesores y, escandalizados, se llevaron al filósofo obnubilado. Este episodio despertó en Raquel un rencor infinito hacia los hombres –sentimiento que había reprimido desde el asesinato de su madre–. Su odio fue creciendo y alimentándose con las estupideces que los patanes de sus novios decían o hacían. Randy fue su primera víctima. Raquel tuvo un ataque de cólera al descubrirlo bailando y besándose con Beatriz, su eterna enemiga. Al día siguiente todos buscaban a Randy, pusieron anuncios en los diarios, en Internet, en la televisión, en la radio, pero nada se supo de su paradero. Vladimir el Ruso, neonazi, fue el segundo. Esperó a que estuviera bien borracho y, mientras se desnudaba en el cuarto de aquel motelucho, le mordió el cuello reventándole la yugular.
Por otro lado, Boris no prestaba mucho interés en las conmociones causadas por estos hechos insólitos. Ahora era un jugador indispensable del equipo de hockey del colegio y eso lo volvía alguien importante. Aunque seguía siendo feo y regordete, su fama como defensa del equipo era notable dentro de todos los colegios de la liga. Le apodaban el Negro. Aquel año salieron segundos, todo por un error que cometió el portero despejando el disco contra la pierna del Negro, provocando el autogol. Frustrado por aquel evento, Boris volvió a casa solo, caminando en la oscuridad de la desolada calle Emile Journault. De repente, escuchó unos gritos de auxilio a la altura del parque Jean Martucci. Sin dudarlo, soltó su bolso, agarró su palo de hockey y corrió a ver qué pasaba. Aunque esa noche había luna llena, estaba oscuro entre los árboles. Logró ver una cabeza que rodaba por el césped entre los pinos negros. Se estremeció de pavor y en eso sintió una mordida en la espalda. Dio un palazo hacia atrás con una fuerza hercúlea y solamente escuchó un aullido de perro. Recobrando la consciencia examinó rápidamente la situación. A sus pies había un lobo vestido con ropas de mujer y al parecer inconsciente. No podía creer lo que veía. Su cuerpo se llenó de adrenalina y salió corriendo como nunca lo había hecho. Después de unos segundos, se dio cuenta de que el lobo había recobrado la consciencia y lo perseguía. Ingresó en el bosque de Sainte Sulpice, donde olía a humo y una pareja de Inuits bebía alrededor de un turril encendido. El lobo atacó al hombre mordiéndole el cuello. La mujer gritaba y se aferraba a Boris sin dejarlo escapar. Boris le administró un puñetazo y reanudó la fuga. En ese momento sintió la mordida del lobo en el brazo. “¡Dios mío!” gritó aterrorizado y el lobo lo miró fijo a los ojos y luego escapó en la espesura del bosque. Boris cayó inconsciente.
En su aturdimiento soñó que viajaba con Raquel a un mundo muy extraño. En ese mundo el sol era radiante. Ellos estaban encima de un barco navegando sobre un lago cristalino con miles de islas alrededor. De repente las islas se transformaban en rostros con diferente genio, algunos furiosos, otros enajenados, y aun otros excesivamente amigables. Todos los llamaban, invitándolos a quedarse en sus respectivas islas. Sin embargo ellos seguían viajando indiferentes a aquellas súplicas.
Despertó totalmente transpirado, no sabía dónde estaba, pensaba que todo había sido una pesadilla hasta que vio el cuerpo del Inuit desangrándose. Desconcertado, se paró y empezó a caminar rápidamente cuando escuchó el llanto hondo de una mujer. Venía del fondo del bosque. No entendiendo de dónde sacaba valor, penetró en la arboleda y ahí la encontró. Era Raquel. Tenía las ropas desgarradas y las manos y la boca llenas de sangre. Lloraba y gritaba con todas sus fuerzas golpeando el suelo. Boris la apretó entre sus brazos, la levantó y se la llevó cargada como una joya que acababa de descubrir. La policía no entendió nunca lo que ocurrió. Todas las muertes mostraban mordidas y rasguños provenientes de una bestia salvaje y esto era casi imposible en plena ciudad de Montreal.
Es verdad que las cosas no pasan nunca como las esperamos. Rara vez puede uno afirmar que el mundo es un espejo transparente de nuestros deseos. Sin embargo las sorpresas que da la vida brotan de una especie de alquimia entre los deseos de uno, los deseos del otro, aquellos de la tierra en particular y los del universo en general. Es decir que todo es perfecto, o más bien justo, pues en el meollo del asunto las cosas terminan por balancearse. Claro que el balance tiene a veces tantos ingredientes, que la simple consciencia humana no puede entender su fruto.
Boris y Raquel hacen el amor en la cocina, en el baño de la biblioteca, en la cama de la madre de Boris, detrás de los matorrales en el parque La Fontaine, debajo de la mesa del comedor de la tía de Raquel, en la oficina de la directora del colegio mientras ésta almuerza, etc. Están violentamente enamorados. La gente no entiende por qué Raquel escogió a un hombre tan poco atractivo. Con el cráneo y la piel del profesor Iturdibe –última víctima de la loba– Boris ha fabricado un pequeño tambor tibetano llamado Damaru. Juntos lo tocan de noche y, poco a poco, Raquel va abandonando sus hábitos de licantropía misandria. La madre de Boris los acompaña a veces con algunos pregones medianamente afinados.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Nueve poemas de Bernard Noël

                        Versiones de Guillermo-Augusto Ruiz

He aquí nueve poemas del francés Bernard Noël (1930), pertenecientes a su libro Le reste du voyage (El resto del viaje), publicado originalmente en 1997. Sin embargo, he trabajado con una edición más reciente (Le reste du voyage et autres poèmes, éditions du Seuil, 2006). En el prefacio de ésta, François Bon afirma que el libro es "un intento de decir el vasto espacio del mundo contemporáneo a través de sus ciudades". Asimismo, creo, es un intento de decir la soledad del cuerpo y la fragilidad de la memoria –tanto individual como colectiva– en las ciudades de hoy. En “Florencia”, por ejemplo, Noël escribe: “siempre el presente le hace la guerra al pasado / no cuerpo a cuerpo, hábil traición / la belleza expuesta al apetito de los ojos / sirve de máscara a la más lenta aniquilación / venden este espectáculo hablando de cultura / hay que vestirse de soledad / para borrar el presente con la presencia”. Desde Teotihuacán hasta Helsinki, pasando por Lisboa y Houston, este libro nos entrega una visión fragmentada, astillada casi, del mundo contemporáneo. Como si la velocidad alienadora del TGV –ese tren que alcanza hasta 320 km/h– lo gangrenase todo. Sin embargo, para Noël, la ciudad es también el lugar de epifanías, puertas inesperadas que se abren como en la Capilla Rothko, en Houston, donde, lejos de las masas y la cultura enlatada para turistas, el poeta halla el espacio propicio para la lucidez y la revelación. Lo ya dicho: “hay que vestirse de soledad / para borrar el presente con la presencia”.  Al viaje referencial sigue, en el libro, el recorrido interno y metapoético. "El resto de un poema" es un poema-mundo hecho de –o deshecho en– trazos y trizas. De esta forma refleja el nuestro y trata de decirlo desde las luces y sombras del cuerpo y la conciencia. Los dejo, entonces, con la voz del poeta. Son versiones, y no traducciones, en el sentido que le da al primer término Octavio Paz, pues busqué más la lealtad poética que la fidelidad literal. 




EL RESTO DEL VIAJE

AUBRAC

nieve y niebla la niñez perdió el rumbo
un trozo mojado de cielo tapa la ventana
el tiempo es un hueco que va siempre delante
trampa abierta demasiado pronto para el último minuto
más abajo el invierno se acuesta en la luz
no queda en el aire sino un poco de vaho blanco
recuerdos caen de quién sabe qué árbol
cuya memoria rompe todas las ramas

TGV

la noche viene lenta y gris un virus en el aire
la mirada busca sentir su invasión
un humo tres casas un trazo de nieve
cómo ver la penetración de la imagen
su resaca cuando la expulsan las palabras
mas nada y nada y nada un anillo de luz
algunas formas entrevistas en la velocidad
lengua barrida por el vendaval del tiempo
lo negro ya empapó todo el espacio
cada cosa así reducida a su humo
se dilata la soledad en el vidrio

PERILLOS

flores de niebla en el río de aire
cubren poco a poco toda la vista
el espacio está preñado por la niebla del tiempo

TULUM

al dejar de existir los dioses hacen en el aire
un vacío donde viene a depositarse la luz
todos sus monumentos se concentran en el borde
debajo la tierra fija sus viejas olas
se ve en un frontón al dios descendiendo
debía arrastrar la lluvia en su caída
es el cielo que cae hoy en la piedra
para muy suavemente liberarnos el corazón
entonces la vista se extiende hacia el confín del tiempo
igual en sus fondos al mar Caribe
el agua verde ha tomado lo divino entre sus pliegues
todo termina con el latido el rumor
todo empezó así

HOUSTON

un millón de habitantes más en ocho años
lo que la hace cuarta con cuatro millones
sin embargo el campo aún está en todas partes
verdes robles matorrales de boj y azaleas
jardines con cardenales rojos y arrendajos azules
pero sin transeúntes sólo algunos sopladores
de polvo y hojas secas que mueven
en vano nubes a ras del suelo
entrada gratuita a la Capilla Rothko
tiendita de silencio y olvido
donde la vista se enciende fijando superficies
que reflejan lo que se mueve en el fondo del cuerpo
el negro es el único color de lo interno
y el único saber es hacer de él una puerta




EL RESTO DE UN POEMA

2
llamamos recuerdos a nuestras ruinas
arena de sílabas y nombres
donde el alfabeto desova una oscura necesidad

4
el cuerpo es un presente siempre incompleto
su propia unidad se pierde en el fondo
en la masa carnosa de su continuidad
todo lugar orgánico es un lugar de paso
flujo resaca latidos pulsiones movimientos
la vida no es nunca la misma en el mismo lugar
es una ráfaga atravesando la carne
los huesos escriben batidos por ese aliento
una frase en nosotros blanca e indescifrada

11
los muertos nos miran morir y sonríen
de nuestra torpeza al cambiar de piel
tienen la distancia y ya la costumbre

26
una quijada de burro el ruido de un golpe
el comienzo valía ya el fin
con toda esa sangre manando en la fuente
el tiempo pliega allí su primer sudario
el puñado de tierra cae sobre la boca


Bernard Noël, El resto del viaje, 1997