jueves, 20 de octubre de 2011

Del cangrejo ermitaño, de Rómulo Bustos


Rómulo Bustos Aguirre es un poeta colombiano nacido en 1954. Es autor de El oscuro sello de Dios (1988), Sacrificiales (2007),  Muerte y levitación de la ballena (Premio de Poesía Blas de Otero 2009), entre otros.






DEL CANGREJO ERMITAÑO

Rara costumbre la del cangrejo ermitaño
Se le va la vida buscando caparazones de otros moluscos, latas, recipientes vacíos
toda suerte de objetos cóncavos abandonadas por sus antiguos huéspedes para instalarse en ellos

Es posible que todo se deba
a una compulsión turística por la novedad
O a un síndrome de inestabilidad casi metafísica
O a simple ejercicio peripatético de quien tiene
demasiadas patas que ejercitar

¿O habrá algo más de fondo en todo esto?
Quizás convenga preguntar
al secreto cangrejo ermitaño que habita
en cada uno de nosotros

Ese que, sin duda, acaba de escribir este poema.




Bustos, R. "Del cangrejo ermitaño". En: Revista Electrónica de Estudios Literarios "Librœs". Vol. 2, Nº 3. Septiembre-Diciembre de 2010.



ESCENA DE MARBELLA

A Juan Marchena
cartagenero del otro lado del mar


Junto a las piedras está Dios bocarriba
Los pescadores en fila tiraron largamente de la red
Y ahora yace allí con sus ojos blancos mirando al cielo
Parece un bañista definitivamente distraído
Parece un gran pez gordo de cola muy grande
Pero es solo Dios
hinchado y con escamas impuras
¿ Cuánto tiempo habrá rodado sobre las aguas?
Los curiosos observan la pesca monstruosa
Algunos separan una porción y la llevan
para sus casas
Otros se preguntan si será conveniente
comer de un alimento que ha estado tánto tiempo
               expuesto a la intemperie.





(Poema sacado de www.festivaldepoesiademedellin.org)



 

viernes, 14 de octubre de 2011

Un gran poema de Tomas Tranströmer

Porque conjuga a la perfección economía verbal y frescura surrealista de las imágenes, quisiera compartir este poema del sueco Tomas Tranströmer, premio Nobel de Literatura 2011, como una muestra asombrosa de la calidad de su obra. 

 


CASAS SUECAS SITUADAS AISLADAMENTE

 
Una confusión de ramas negras
y humeantes rayos de sol.
Aquí está hundida la cabaña
y parece sin vida.

Hasta que murmura la niebla matinal
y un anciano abre
—con mano temblorosa—
la ventana y deja salir un búho.

Y en otro punto cardinal
está la casa nueva humeando
con la mariposa de las sábanas tendidas
que flamean junto al propio nudo
de un bosque moribundo
donde la putrefacción lee
con gafas de savia
el protocolo de la termita.

Verano con lluvia de pelo pajizo
o con una sola nube de tormenta
sobre un perro que ladra.
La semilla golpea bajo la tierra


Voces inquietas, rostros
vuelan en los cables telefónicos
con rápidas alas encogidas
sobre leguas de tierras pantanosas.

La casa en una isla del arroyo
empollando sus piedras fundamentales.
Un humo continuo: son quemados
los papeles secretos del bosque.

La lluvia vira en el cielo.
La luz serpentea en el arroyo.
La casa del acantilado vigila
los bueyes blancos de la cascada.

El otoño, con una banda de estorninos,
mantiene al amanecer en jaque.
La gente se mueve con rigidez
en el teatro de pantallas de lámpara.

Dejadlos sentir sin angustia
las alas camufladas
y la energía de Dios
arrollada en la oscuridad.


(Versión de Roberto Mascaró. Del libro Secretos en el camino, 1958.)

jueves, 6 de octubre de 2011

Cinco microrrelatos de antología


ELMUNDO.es ofrece en exclusiva una muestra de los mejores y más recientes microrrelatos reunidos en la antología de Clara Obligado 'Por favor, sea breve 2' de la editorial Páginas de Espuma.


'La carta', Luis Mateo Díez
Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.


'Numeración incorrecta', de Isabel González
"Un día me compraré un caballo de éstos. Rosa y con alas", dice la niña y señala, en el libro abierto sobre sus muslos, la foto de un flamenco. El hombre, alentado por tanta inocencia, se quita la chaqueta, estrecha su acercanza y escarba los bordes de la hoja sesgada mientras le explica que alguien arrancó una página entre definición e imagen, que después del doce no viene el quince y que imagínate si Genghis Khan hubiera dominado Mongolia sobre un ave de tan frágiles patas. Como si la niña no supiera. Como si no apretara en su puño la hoja extirpada. Como si las cosas no pudieran ser de otra forma.


'Sorprender', inédito Ana María Shua
Los artistas de circo nos preguntamos con desesperación cómo sorprender a los espectadores. Ser perfectos en la tradición no basta. Intentamos, entonces, el exceso en las suertes conocidas: un salto mortal con cinco vueltas en el aire, hacer malabarismos con diez yunques y diez plumas, tragarnos un paraguas, o un poste de alumbrado, sostener una pirámide humana en la cuerda floja, entrar a una jaula con trescientos cincuenta leones y dos tigres, hacer desaparecer para siempre a los enemigos de una persona del público elegida al azar. ¿Cómo sorprender a los espectadores? En los nuevos circos, adornados los viejos trucos con el vestuario, con la coreografía, con las luces, con la cantidad de personas en escena. A medida que envejecemos, el exceso nos cuesta demasiado y ya no somos lo bastante bellos, lo bastante elásticos, lo bastante ingeniosos para formar parte de los nuevos circos. ¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo han visto todo? En un intento de obtener el espectáculo supremo, nos dejamos morir entre aplausos sobre la arena y no es suficiente, no es suficiente, eso lo hace cualquiera.


'Ángeles', de Espido Freire
Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas.


'Hacerse el muerto', inédito de Andrés Neuman
¿Por qué nos gusta hacernos los muertos? ¿Se trata de una costumbre sádica, como se quejan nuestros amigos o cónyuges más sensibles? ¿Por qué nos fascina de niños, y seguimos siendo niños, quedarnos deliberadamente inmóviles como momias de nuestro propio futuro? ¿De dónde sale ese placer ácido que sentimos asistiendo al cadáver que todavía no somos? La explicación es sencilla, y por tanto misteriosa.
Al ver todo mientras no miramos nada, al pensar sin hacer ningún esfuerzo por seguir pensando, al notar en nosotros, con poderosa certeza, la selva de las arterias y la montaña rusa de los nervios, no sólo confirmamos que estamos vivos sino algo incluso más impresionante: experimentamos nuestra única, pequeña, modesta forma de trascendencia. Sobrevivimos a nosotros mismos.
Derrotamos a la muerte jugando.



SACADO DE ELMUNDO.ES

miércoles, 5 de octubre de 2011

Versos dulces















Érase una vez
el poeta más tierno del mundo...


Un beso robado a tus labios rojos caramelizados,
Al vértigo sigue una nube, algodón de azúcar
De estrellas que nos miran –condensada vía láctea–
acercarnos a ellas en la jalea nocturna.

Lo demás es sólo ternura:
Mi turrón en tu miel, nena, y en tu boca una torta chocolatada.