martes, 1 de febrero de 2011

Zona Sur y la rueda del tiempo




Hacía tiempo que quería ver Zona Sur (2010), de Juan Carlos Valdivia. Estuve en Bolivia poco antes de que la estrenasen, pero tuve que esperar nada menos que hasta ayer para verla (en DVD). Ha sido un verdadero descubrimiento. Sin embargo, quisiera limitar mis observaciones a un aspecto en particular del lenguaje cinematográfico, que me impresionó por sus resonancias simbólicas, y vincularlo al concepto de la rueda del tiempo.

Comienza de manera lenta y llama la atención la elección de filmar las escenas en travelling circular. Pronto nos damos cuenta de que es una elección para toda la película. Y un gran acierto. La cámara da vueltas sobre el eje de esta familia paceña de clase alta en decadencia y su cotidianidad más banal. Hay algo de Gus Van Sant en la toma de distancia física con respecto a los personajes. Hay algo de esa vacuidad opresiva que caracteriza su forma de filmar. Asimismo, se desprende de las escenas una sensación de absurdo cotidiano. A puertas cerradas, como en la obra de Sartre, el infierno son los otros. Repetir una y otra vez las mismas situaciones, las mismas charlas, las mismas peleas. Porque el infierno es circular (Ramon Llull). Girando sobre su propio eje, esta familia muestra su alienación en un momento histórico de nuestro país.

Encerrados, los personajes son no obstante conscientes de lo que está pasando. La inminencia de la caída es, de hecho, el hilo conductor de las escenas. De esta forma, el equilibrismo de Andrés paseando por el tejado puede ser leído como una luminosa metáfora de lo que hace Carola para que los muros de su mundo no se caigan todavía, mostrando la desnudez en la que se encuentra la familia. Para que todavía reluzcan las máscaras.

De modo que la familia parece sufrir en silencio. Esta sensación se ve reforzada a través de los stasis[1] de las ventanas filmadas desde el exterior: detrás de los cristales, los personajes, solitarios, miran hacia afuera. Pero no ven nada. Esta es, en efecto, la historia de un encierro, pero también la crónica de una liberación o una caída.

En este sentido, la circularidad de la cámara y de la acción no va conformando una espiral –figura geométrica perfecta que, por ende, no tiene fin–, sino una rueda. Una rueda física que, girando sobre sí misma, desgasta su eje, el cual amenaza con romperse a cada vuelta. El ritmo se intensifica, efectivamente, conforme se deteriora la situación económica y humana de la familia. De hecho, sobre todo en la segunda mitad del film, los personajes parecen estar siempre a punto de hacer o decir algo irremediable, algo que podría delatarlos definitivamente. Algo capaz de romper el status quo –la mascarada contra viento y marea–: esa cuerda floja en la que se mueve la familia. Hasta la escena del clímax, cuando Wilson levanta la mano sobre Carola, la dueña de casa, y al oír los pasos del niño, Andrés, sobre el tejado, la detiene en el aire. Una vez más, los personajes se mueven al borde del abismo. A punto de caer o de explotar.

Caída que, efectivamente, tiene lugar al final de la película, cuando Remedios, una señora de pollera, compra la casa con una oferta contundente, que implica un sacrificio para la familia: salir de la burbuja, hacer añicos los cristales que los distancian de la realidad y, por supuesto, claudicar en el plano de las apariencias.

Caída que, para Andrés –quien se cría con Wilson y Marcelina y que, por tanto, es el nexo entre los dos mundos–, será una verdadera liberación; pero que para Carola, Patricio y Bernarda –empapados de sí mismos y de su “clase”– implica una caída. La explosión de su esfera social y el fin de la fiesta.

Por todo lo dicho, el travelling circular es, en Zona Sur, una elección coherente e inspirada del director y guionista, Juan Carlos Valdivia. Y la tensión creada por este girar-desgastarse refuerza la atmósfera asfixiante del huis clos. Al final del film cesa la asfixia: el vuelo de Andrés ilumina de forma retroactiva la película entera. La cámara deja de girar obsesivamente, se quiebra el eje y, con él, la rueda. Queda el cielo, vasto e inmóvil, como una gran página en blanco.





[1] Una toma neutra, vacía de significado e inconexa de la narrativa, para que el espectador llene el espacio en blanco con sus significados. Cf. www.zonasurfilm.com, “Cómo se filmó”.