jueves, 23 de febrero de 2012

Cuatro flores del mal

 

                                      Charles Baudelaire (1821-1867)
 

UNA CARROÑA


Acuérdate de lo que vimos, alma mía,
Esa mañana de verano tan suave:
En el recodo de un sendero, una carroña infame
Sobre un lecho de piedras,

Las piernas al aire, como una mujer lasciva,
Ardiente y sudando venenos,
Abría descuidada y cínica
Su vientre lleno de miasma.

El sol brillaba sobre esa podredumbre,
Como para cocerla a término medio,
Y devolver centuplicado a la gran naturaleza
Todo lo que antes había armado.

Y el cielo miraba el soberbio cadáver
Abrirse como una flor.
El hedor era tan fuerte, que creíste
Desvanecerte en la hierba.

Las moscas zumbaban sobre ese vientre descompuesto,
De donde salían batallones negros
De larvas, que fluían como un líquido espeso
A lo largo de esos andrajos vivos.

Todo eso bajaba, subía como una ola,
O se lanzaba burbujeante,
Como si el cuerpo, hinchado de un soplo vago,
Viviera multiplicándose.

Y ese mundo hacía una música extraña,
Como el agua corriente y el viento
O el grano que el cribador con movimiento rítmico
Agita y bate en su harnero.

Las formas se borraban y no eran sino un sueño,
Un bosquejo que se demoraba,
En el lienzo olvidado, y que el artista acaba
Sólo gracias al recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquieta
Nos miraba con recelo
Espiando el instante de recobrar del esqueleto
El pedazo que había soltado.

–Y sin embargo serás igual a esa porquería,
A esa horrible infección,
Luz de mis ojos, sol de mi cuerpo,
¡Tú, ángel mío y pasión!

¡Sí! Así serás, oh reina de gracias,
Tras los últimos sacramentos,
Cuando vayas, bajo la hierba y las floraciones densas,
A podrirte entre la osamenta.

Entonces, ¡oh belleza mía!, dile al gusano
Que te comerá a besos,
¡Que he conservado la forma y la esencia divina
De mi amor putrefacto!




EL ENEMIGO


Mi juventud no fue sino una negra tormenta
Atravesada, aquí y allá, por soles brillantes;
El trueno y la lluvia hicieron tal desastre
Que, en mi jardín, pocos frutos rojos quedan.

Heme aquí llegando al otoño de las ideas
Y hay que utilizar el rastrillo y la pala
Para reunir de nuevo las tierras anegadas,
Donde forma hoyos como tumbas el agua.

¿Y quién sabe si las flores nuevas con que sueño
Hallarán en este suelo pulido como arena
El místico alimento que les daría vigor?

–¡Oh dolor! ¡Oh dolor! El tiempo devora la vida
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón
¡Con la sangre que perdemos crece y se fortifica!




               "La maja desnuda", Francisco de Goya

EL LETEO


Ven a mi corazón, alma cruel y sorda,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente,
Quiero hundir largo tiempo mis dedos temblorosos
En tu melena abundante y espesa.

En tus faldas colmadas del perfume tuyo
Enterrar mi cabeza adolorida
Y respirar como una flor marchita
El relente dulce de mi amor difunto.

¡Quiero dormir! ¡Dormir antes que vivir!
En un sueño tan dulce como la muerte
Extenderé mis besos sin remordimiento
Por tu hermoso cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mi llanto sosegado
No hay como el abismo de tu cama.
El poderoso olvido habita en tu boca
Y el Leteo fluye en tus besos.

A mi destino, desde hoy goce mío,
Obedeceré como un predestinado.
Mártir dócil, inocente condenado,
Cuyo fervor atiza el suplicio.

Sorberé, para ahogar mi rencor,
El nepente y la querida cicuta,
En las cautivadoras puntas de ese pecho
Que nunca aprisionó un corazón.




EL ABISMO


Pascal tenía su abismo, que se movía con él.
–Ay, todo es abismo – acción, sueño, deseo,
¡Palabra! Y sobre mi pelo que se electriza
A menudo siento pasar la brisa del miedo.

Arriba, abajo, por todas partes, la hondura, la arena,
El silencio, el espacio que espanta y cautiva…
En el fondo de mis noches, con dedo sabio, Dios
Dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.

Le temo al sueño como a un gran agujero
Inundado de vago horror, que lleva a quién sabe dónde;
No veo sino infinito por todas las ventanas,

Y mi mente, siempre acosada por el vértigo,
Envidia la insensibilidad de la nada
–Ah, ¡nunca salir de los seres y las cifras!

                                                                                      
                                                         
                      
                                                                     Versiones de Guillermo-Augusto Ruiz

2 comentarios:

Miguel A. Ortega Lucas dijo...

Pues si son tuyas las traducciones enhorabuena, colega: cojonudísssmas

Guillermo Ruiz Plaza dijo...

Gracias, Miguelton, me alegra que te gusten. Pronto llegan unas versiones de Yves Bonnefoy. Saludos!