(Epílogo
a Los presentes de la muerte, Paroxismo 2013)
1
Un fantasma me
persigue:
el neonato
que dicen las malas lenguas
que dejaste
(o perdiste) en la capital;
donde hoy el
rostro calcinado de un mendigo
me ha
puesto los pelos de punta,
como cuando
nos encontramos
con nuestro
propio destino—
el otro, el
que esquivamos,
sin ningún
mérito.
Por cuál de
estas calles laberínticas
te perdiste
y lo perdiste?
Sin letra y
sin número
-moneda de intercambio
del minotauro urbano-
-moneda de intercambio
del minotauro urbano-
yo también
me hubiese perdido.
Ya he
olvidado tu rostro.
Y sin
embargo, lo veo en todos.
Santo Domingo
4-VIII-’14
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