jueves, 6 de octubre de 2011

Cinco microrrelatos de antología


ELMUNDO.es ofrece en exclusiva una muestra de los mejores y más recientes microrrelatos reunidos en la antología de Clara Obligado 'Por favor, sea breve 2' de la editorial Páginas de Espuma.


'La carta', Luis Mateo Díez
Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.


'Numeración incorrecta', de Isabel González
"Un día me compraré un caballo de éstos. Rosa y con alas", dice la niña y señala, en el libro abierto sobre sus muslos, la foto de un flamenco. El hombre, alentado por tanta inocencia, se quita la chaqueta, estrecha su acercanza y escarba los bordes de la hoja sesgada mientras le explica que alguien arrancó una página entre definición e imagen, que después del doce no viene el quince y que imagínate si Genghis Khan hubiera dominado Mongolia sobre un ave de tan frágiles patas. Como si la niña no supiera. Como si no apretara en su puño la hoja extirpada. Como si las cosas no pudieran ser de otra forma.


'Sorprender', inédito Ana María Shua
Los artistas de circo nos preguntamos con desesperación cómo sorprender a los espectadores. Ser perfectos en la tradición no basta. Intentamos, entonces, el exceso en las suertes conocidas: un salto mortal con cinco vueltas en el aire, hacer malabarismos con diez yunques y diez plumas, tragarnos un paraguas, o un poste de alumbrado, sostener una pirámide humana en la cuerda floja, entrar a una jaula con trescientos cincuenta leones y dos tigres, hacer desaparecer para siempre a los enemigos de una persona del público elegida al azar. ¿Cómo sorprender a los espectadores? En los nuevos circos, adornados los viejos trucos con el vestuario, con la coreografía, con las luces, con la cantidad de personas en escena. A medida que envejecemos, el exceso nos cuesta demasiado y ya no somos lo bastante bellos, lo bastante elásticos, lo bastante ingeniosos para formar parte de los nuevos circos. ¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo han visto todo? En un intento de obtener el espectáculo supremo, nos dejamos morir entre aplausos sobre la arena y no es suficiente, no es suficiente, eso lo hace cualquiera.


'Ángeles', de Espido Freire
Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas.


'Hacerse el muerto', inédito de Andrés Neuman
¿Por qué nos gusta hacernos los muertos? ¿Se trata de una costumbre sádica, como se quejan nuestros amigos o cónyuges más sensibles? ¿Por qué nos fascina de niños, y seguimos siendo niños, quedarnos deliberadamente inmóviles como momias de nuestro propio futuro? ¿De dónde sale ese placer ácido que sentimos asistiendo al cadáver que todavía no somos? La explicación es sencilla, y por tanto misteriosa.
Al ver todo mientras no miramos nada, al pensar sin hacer ningún esfuerzo por seguir pensando, al notar en nosotros, con poderosa certeza, la selva de las arterias y la montaña rusa de los nervios, no sólo confirmamos que estamos vivos sino algo incluso más impresionante: experimentamos nuestra única, pequeña, modesta forma de trascendencia. Sobrevivimos a nosotros mismos.
Derrotamos a la muerte jugando.



SACADO DE ELMUNDO.ES

2 comentarios:

Djacobus dijo...

Hacerse al muerto esta excelente... los otros tambien. Me gusta la idea de contar algo muy breve pero contundente

Ivan Prado Sejas dijo...

Muy buenos los cuentos breves.
Parece que no hubiesen sido hechos por personas.
Je, je, je, otro cuentito breve.