A Eduardo Mitre
en la amistad, la poesía y la errancia
Sin dios y sin patria
se vive en vilo
sobre la boca de un vacío
y se es suicida
sin llegar jamás al acto
que sería dar muerte
al anatema que da la vida
jueves, 12 de julio de 2012
domingo, 8 de julio de 2012
Prólogo a la Antología de la Literatura Fantástica
POR ADOLFO BIOY CASARES
1. Historia
Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son
anteriores a las letras. Los aparecidos pueblan todas las literaturas: están en el Zendavesta, en la Biblia, en
Homero, en Las mil y
una noches. Tal vez los primeros
especialistas en el género fueron los chinos. El admirable Sueño del Aposento Rojo y hasta novelas eróticas y realistas, como Kin P'ing Mei y Sui
Hu Chuan, y hasta los libros de filosofía, son ricos en fantasmas y
sueños. Pero no sabemos cómo estos libros representan la literatura china;
ignorantes, no podemos conocerla directamente, debemos alegrarnos con lo que
la suerte (profesores muy sabios, comités de acercamiento cultural, la señora
Perla S. Buck), nos depara. Ateniéndonos a Europa y a América, podemos decir:
como género más o menos definido, la literatura fantástica aparece en el
siglo XIX y en el idioma inglés. Por cierto, hay precursores; citaremos: en
el siglo XIV, al infante Don Juan Manuel; en el siglo XVI, a Rabelais; en el
XVII, a Quevedo; en el XVIII, a De Foe1 y a Horace Walpole2; ya en el XIX, a
Hoffmann.
No debe confundirse la posibilidad de un código
general y permanente, con la posibilidad de leyes. Tal vez la Poética
y la Retórica de Aristóteles no sean posibles; pero las leyes existen;
escribir es, continuamente, descubrirlas o fracasar. Si estudiamos la
sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la literatura
va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo éstos exigen una
continua transformación de la literatura. Pedimos leyes para el cuento
fantástico; pero ya veremos que no hay un tipo, sino muchos, de cuentos
fantásticos. Habrá que indagar las leyes generales para cada tipo de cuento y
las leyes especiales para cada cuento. El escritor deberá, pues, considerar
su trabajo como un problema que puede resolverse, en parte, por las leyes
generales y preestablecidas, y, en parte, por leyes especiales que él debe
descubrir y acatar.
a) Observaciones generales:
El ambiente o la atmósfera. Los primeros argumentos
eran simples -por ejemplo: consignaban el mero hecho de la
aparición de un fantasma- y los autores procuraban
crear un ambiente propicio al miedo. Crear un ambiente, una "atmósfera”,
todavía es ocupación de muchos escritores. Una persiana que se golpea, la
lluvia, una frase que vuelve, o, más abstractamente, memoria y paciencia para
volver a escribir cada tantas líneas, esos leitmotive, crean la más
sofocante de las atmósferas. Algunos de los maestros del género no han
desdeñado, sin embargo, estos recursos. Exclamaciones como ¡Horror! ¡Espanto! ¡Cuál no sería mi sorpresa!, abundan en Maupassant. Poe -no, por cierto, en el límpido M. Valdemar- aprovecha los caserones abandonados, las histerias y las melancolías,
los mustios otoños.
Después algunos autores descubrieron la conveniencia
de hacer que en un mundo plenamente creíble sucediera un solo hecho
increíble; que en vidas consuetudinarias y domésticas, como las del lector,
sucediera el fantasma. Por contraste, el efecto resultaba más fuerte. Surge
entonces lo que podríamos llamar la tendencia realista en la literatura
fantástica (ejemplo: Wells). Pero con el tiempo las escenas de calma, de
felicidad, los proyectos para después de las crisis en las vidas de los
personajes, son claros anuncios de las peores calamidades; y así, el contraste
que se había creído conseguir, la sorpresa, desaparecen.
La sorpresa. Puede ser de puntuación,
verbal, de argumento. Como todos los efectos literarios, pero más que ninguno
sufre por el tiempo. Sin embargo, pocas veces un autor se atreve a no
aprovechar una sorpresa. Hay excepciones: Max Beerbohm, en "Enoch Soames", W.W. Jacobs, en "La Pata de Mono". Max Beerbohm
deliberadamente, atinadamente, elimina toda posibilidad de sorpresa con
respecto al viaje de Soames a 1997. Para el menos experto de los lectores
habrá pocas sorpresas en "La Pata de Mono"; con todo, es uno de los cuentos más impresionantes de la antología. Lo
prueba la siguiente anécdota, contada por John Hampden: Uno de los
espectadores dijo3 después de la
representación que el horrible fantasma que se vio al abrirse la puerta, era
una ofensa al arte y al buen gusto, que el autor no debió mostrarlo, sino
dejar que el público lo imaginara; que fue, precisamente, lo que había hecho.
Para que la sorpresa del argumento sea eficaz, debe estar preparada, atenuada. Sin embargo, la
repentina sorpresa del final de "Los caballos de Abdera" es eficacísima; también la que hay en este soneto de Banchs:
Tornasolando el
flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave
como un verso
y la ferocidad pule cual
terso
topacio el ojo seco y
vigoroso.
Y despereza
el músculo alevoso
de los ijares,
lánguido y perverso,
y se recuesta lento en el
disperso
otoño de las hojas. El reposo...
El reposo en la selva
silenciosa.
La testa chata entre las
garras finas
y el ojo fijo, impávido
custodio.
Espía mientras bate con
nerviosa
cola el haz de las férulas
vecinas,
en reprimido
acecho... así es mi odio4.
El Cuarto Amarillo y el Peligro Amarillo. Chesterton señala con esta fórmula un desiderátum (un hecho, en un lugar limitado, con un número limitado de personajes) y un error para las tramas policiales, creo que puede aplicarse, también, a las fantásticas. Es una nueva versión -periodística, epigramática- de la doctrina de la tres unidades. Wells hubiera caído en el peligro amarillo si hubiera hecho, en vez de un hombre invisible, ejércitos de hombres invisibles que invadieran y dominaran el mundo (plan tentador para novelistas alemanes), si en vez de insinuar sobriamente que Mr. Lewisham podía estar "saltando de un cuerpo a otro" desde tiempos remotísimos y de matarlo inmediatamente, nos hiciera asistir a las historias del recorrido por los tiempos, de este renovado fantasma.
b) Enumeración de argumentos fantásticos
Argumentos en que aparecen
fantasmas. En
nuestra antología hay dos5, brevísimos y perfectos:
el de Ireland y el de Loring Frost. El fragmento de Carlyle (Sartor
Resartus), que incluimos, tiene el mismo argumento, pero al revés.
Viajes por el tiempo. El ejemplo clásico es La
máquina del tiempo. En
este inolvidable relato, Wells no se ocupa de las modificaciones que los
viajes determinan en el pasado y en el futuro, y emplea una máquina que él
mismo no se explica. Max Beerbohm, en "Enoch Soames" emplea al diablo, que no requiere explicaciones, y discute, aprovecha,
los efectos del viaje sobre el porvenir.
Por su argumento, su concepción general y sus
detalles -muy pensados, muy estimulantes del pensamiento y de
la imaginación-, por los personajes, por los diálogos, por la
descripción del ambiente literario de Inglaterra a fines del siglo pasado,
creo que "Enoch Soames" es uno de los cuentos largos más admirables de la antología.
"El más hermoso cuento del mundo”, de Kipling, es también de riquísima invención de detalles. Pero el autor parece haberse
distraído en cuanto a uno de los puntos más importantes. Nos afirma que
Charlie Mears estaba por comunicarle el más hermoso de los cuentos pero no le
creemos, si no recurría a sus "invenciones precarias",
tendría algunos datos fidedignos o, a lo más, una historia con toda la
imperfección de la realidad, o algo equivalente a un atado de viejos
periódicos, o -según H. G. Wells- a la obra de Marcel Proust. Si no esperamos que las confidencias de un
botero del Tigre sean la más hermosa historia del mundo, tampoco debemos
esperarlo de las confidencias de un galeote griego que vivía en
un mundo menos civilizado, más pobre.
En este relato no hay, propiamente, viaje en el tiempo; hay recuerdos de pasados muy lejanos.
En "El destino es chambón" de Arturo Cancela y Pilar
de Lusarreta el viaje es alucinatorio.
De las narraciones de viajes en el tiempo, quizá la
de invención y disposición más elegante sea "El brujo postergado", de don Juan Manuel.
Los tres deseos. Hace más de diez siglos
empezó a escribirse este cuento; colaboraron en él escritores ilustres de
épocas y de tierras distantes, un oscuro escritor contemporáneo ha sabido
acabarlo con felicidad.
Las primeras versiones son pornográficas; las
encontramos en el Sendebar, en Las mil y una noches
(Noche 596: "El hombre que quería ver
la noche de la omnipotencia"), en la frase “más
desdichada que Banús” registrada en el Kamus, del persa Firuzabadi.
Luego, en Occidente, aparece una versión chabacana.
Entre nosotros -dice Burton- (el cuento de los tres
deseos) ha sido degradado a un asunto de morcillas.
En 1902, W. W. Jacobs, autor de sketches
humorísticos, logra una tercera versión, trágica, admirable.
En las primeras versiones, los deseos se piden a un
dios o a un talismán que permanece en el mundo. Jacobs escribe para lectores
más escépticos. Después del cuento no continúa el poder del talismán (era
conceder tres deseos a tres personas y el cuento refiere lo que sucedió a
quienes pidieron los últimos tres deseos). Tal vez lleguemos a encontrar la
pata de mono -Jacobs no la destruye- pero no podremos utilizarla.
Argumentos con acción que
sigue en el infierno. Hay dos en la antología, que no se olvidarán: el fragmento de Arcana
Coelestia, de Swedenborg, y "Donde su fuego nunca se apaga", de May Sinclair. El tema de este último es el del Canto V de La divina comedia:
Questi, che mai,
da me, non fia diviso,
La bocca mi bacio tutto tremante.
Con personaje soñado. Incluimos: El impecable "Sueño infinito de Pao Yu", de Tsao Hsue Kin; el fragmento de Through the Looking-Glass, de
Lewis Carrol;. "La Última visita del caballero enfermo", de Papini.
Con metamorfosis. Podemos citar "La transformación", de Kafka; "Sábanas de tierra", de Silvina Ocampo; "Ser polvo", de Dabove; "Lady into Fox", de Garnett.
Acciones paralelas que
obran por analogía. "La sangre en el jardín", de Ramón Gómez de la Serna: "La secta del Loto Blanco".
Tema de la inmortalidad, Citaremos "El Judío Errante; Mr. Elvisham", de
Wells. "Las islas nuevas", de María Luisa Bombal; "She", de Rider Haggard; "L´Atlantide", de Pierre Benoit.
Fantasías metafísicas. Aquí lo fantástico está,
más que en los hechos, en el razonamiento. Nuestra antología incluye: "Tantalia", de Macedonio Fernández;
un fragmento de "Star Maker", de Olaf Stapledon; la historia de Chuang Tzu y la mariposa, el cuento de
la negación de los milagros; "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", de Jorge Luis Borges.
Con el "Acercamiento a Almotásim". con "Pierre Menard", con "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", Borges ha creado un nuevo género literario, que participa del ensayo y
de la ficción; son ejercicios de incesante inteligencia y de imaginación
feliz, carentes de languideces, de todo elemento humano, patético o
sentimental, y destinados a lectores intelectuales, estudiosos de filosofía,
casi especialistas en literatura.
Cuentos y novelas de Kafka. Las obsesiones del
infinito, de la postergación infinita, de la subordinación jerárquica,
definen estas obras; Kafka, con ambientes cotidianos, mediocres,
burocráticos, logra la depresión y el horror; su metódica imaginación y su
estilo incoloro nunca entorpecen el desarrollo de los argumentos.
Vampiros y castillos. Su paso por la
literatura no ha sido feliz: recordemos a Drácula, de Bram Stoker (Presidente
de la Sociedad Filosófica y Campeón de Atletismo de la Universidad de
Dublín), a "Mrs. Amworth", de Benson. No figuran en esta antología.
Los cuentos fantásticos pueden clasificarse,
también, por la explicación:
a) Los que se explican por la agencia de un ser o de
un hecho sobrenatural.
b) Los que tienen explicación fantástica, pero no
sobrenatural ("científica" no me parece el epíteto conveniente para
estas intenciones rigurosas, verosímiles, a fuerza de sintaxis).
c) Los que se explican por la intervención de un
ser o de un hecho sobrenatural, pero insinúan, también, la
posibilidad de una explicación natural ("Sredni
Vashtar" de Saki); los que admiten una
explicativa alucinación. Esta posibilidad de explicaciones naturales
puede ser un acierto, una complejidad mayor; generalmente
es una debilidad, una escapatoria del autor, que no ha sabido
proponer con verosimilitud lo fantástico.
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jueves, 5 de julio de 2012
Sobre el relato y lo fantástico. Entrevista al escritor español José María Merino.
Me parece
acertadísimo cuando explican que existe un prejuicio de los lectores hacia lo
fantástico con respecto a la seriedad literaria de su propuesta y a su capacidad de desvelar la realidad.
LOS DIEZ MEJORES CONSEJOS PARA
ESCRIBIR UN RELATO DE CAMPEONATO
DIÁLOGO DE DOS GENERACIONES DE
CUENTISTAS
José María
Merino y Juan Jacinto Muñoz Rengel, autores de La realidad quebradiza, ofrecen a los lectores de ABC una guía
indispensable para jugársela en la distancia corta literaria: el relato.
ANTONIO ASTORGA
abc_cultura / MADRID
Día 02/07/2012 - 13.44h
ABC
En la distancia corta de un café
literario, un clásico, José María Merino, y admirador del
clásico y excepcional cuentista,
Juan Jacinto Muñoz Rengel,
escriben el mejor relato posible. Muñoz Rengel selecciona los mejores cuentos
de Merino en La realidad quebradiza (Ed. Páginas de Espuma), una obra imprescindible para vivir y beber del cuento. Y los dos se
convierten en los mejores seleccionadores nacionales para escribir un cuento de
campeonato.
José María Merino es un nombre
imprescindible entre los autores de cuento españoles por la calidad de su obra,
de las letras contemporáneas. A lo largo de más de tres décadas, y con una
decena de libros de cuentos y microrrelatos, Merino ha ido construyendo un
universo propio donde los elementos fantásticos, la sorprendente imaginación,
el misterio, la memoria y lo inesperado se unen para lograr una literatura única y excepcional.
Esta antología, La realidad quebradiza,
al cuidado exquisito, como siempre, de Juan
Casamayor, editor de Páginas de Espuma -donde además se incluye una
extensa entrevista inédita, preparada por Juan Jacinto Muñoz Rengel–,
selecciona lo mejor de cada uno de los libros de Merino para ofrecer al lector
una magnífica oportunidad de adentrarse en su obra.
«Estos relatos pueden alterar su concepción del mundo. Luego no diga que no
se lo advertimos»
«La lectura de este libro en sí
misma puede resultar temeraria. Quizás usted también debería firmar algunos
formularios, como en su día hizo nuestro
paciente, en los que declare que ha sido informado. Estos relatos pueden
alterar su concepción del mundo, y dejar todo tipo de secuelas. Graves
secuelas. Síntomas feos y fatales. En serio. Nosotros declinamos toda
responsabilidad desde este momento. Luego no diga que no se lo advertimos»,
advierte el joven aprendiz de cirujano Juan Jacinto Muñoz Rengel.
Muñoz
Rengel tumba en el diván a Merino. Y de ese tsunami de ideas emerge una delicatessen literaria: «Por lo fantástico, para mi generación,
Merino es el referente del cuento de nuestro país. Es de los pocos que ha
trabajado lo fantástico. Es un
alienígena. Cunqueiro, Perucho, Dieste lo han trabajado desde los
márgenes, pero cuando José María lo ha trabajado, tampoco había nadie
haciéndolo. Se tuvo que encontrar con esa barrera. Aquí si no haces realismo no
eres un autor serio», abunda el escritor malagueño.
Este es el pronóstico, en diez
puntos, para escribir el mejor relato posible de dos creadores de lo
fantástico.
1. Comprometerse.
Merino: Estoy encantado con el resultado de La
realidad quebradiza. Juan Jacinto ha lanzado una mirada con gusto
fantástico porque él conoce todo ese mundo, inframundo de lo extraño, de lo
distorsionado, de lo misterioso, y yo creo que eso ha permitido que su mirada,
sintetizando mi obra en una serie de presencias de cuentos, sea muy
representativa de lo que es. Yo era un lector furtivo de lo fantástico porque
estaba mal visto. ¿Qué es eso? Hay que comprometerse con la realidad, como si
lo fantástico no fuera una forma de compromiso, como si Kafka no hubiese
hablado de nosotros desde su perspectiva fantástica. Pero había ese prejuicio.
Prejuicio acuñado desde hace mucho. Menéndez Pidal decía que la literatura
española es fantástica. ¡Hombre, don Ramón, están los libros de caballerías, y
muchas cosas que no pertenecen a lo fantástico!
Merino: «Tenemos una tradición modesta de lo fantástico»
2. Dejarse de rarezas y jugar a
lo fantástico.
Merino: A mí me atraía ese mundo, y jugué a lo fantástico. Además, también estaba
la Antología del cuento fantástico de
Bioy Casares, Borges y Ocampo. ¡Hombre, a unos escritores respetables les
gustaba lo fantástico como a mí! O sea, que no soy un tipo raro. Hay un cuento
fantástico, “Don Illán y el Deán de Santiago”, de Patronio y el Conde Lucanor,
que influyó mucho en Borges. Nosotros tenemos una tradición modesta, pequeña,
de lo fantástico. Aunque el gran espectáculo ha sido el realismo. Incluso el
Quijote, si lo pensamos bien, era lectura desde lo fantástico.
3. La presencia de lo onírico
Merino: La Cueva de Montesinos no tiene nada que ver con el realismo. Ahí el
discurso realista del Quijote se rompe totalmente. A Borges no le gustaba mucho
el Quijote, pues no se enteró de que en el Quijote está el tema del doble.
Cervantes, para ajustarle las cuentas al tordesillesco autor, hace que él cree
en el Quijote el otro Quijote, y hay un doble por allí circulando. Y el Quijote
dice: no, yo soy el verdadero, yo soy el auténtico, no ese otro que anda por
ahí. Y Borges, a pesar de que era uno de sus temas, no lo pilló. Hay un juego
de desdoble.
Muñoz Rengel: «Hasta la Transición democrática no empezó la normalización
de lo fantástico»
4. La normalización
tardo-fantástica.
Muñoz Rengel: La Guerra Civil nos dejó tocados. Toda la literatura de posguerra está
muy pegada a la realidad y te obligó como a poner los pies en el suelo. Hasta
la Transición no empezó la normalización de lo fantástico.
Merino: En las universidades estudiaban a Borges y Kafka, pero lo fantástico era
algo tabú.
5. Interrogar la realidad
Muñoz Rengel: A mí me parece que hay una especie de complejo, igual que con el humor.
Hay un complejo, y parece que es una mirada ingenua. O sea, lo fantástico se
identificaba con: «Esto es para niños, para jóvenes, para ingenuos, para
soñadores; el adulto es el que ha perdido la capacidad de imaginar y de soñar».
El género fantástico existe para interrogar la realidad, y ver hasta dónde
nuestro paradigma de realidad llega o hace aguas. En el género fantástico se
meten todos los dragones, etc...»
6. La voluptuosidad al poder.
Muñoz Rengel: En el género fantástico de José María Merino está presente el tema del
doble, la memoria, el lenguaje, la identidad, pero desde el punto de vista más
radical, más filosófico, la pérdida del lenguaje o de las palabras. Y al final
está esa añadidura de microrrelatos, que ha sido un género que él ha trabajado mucho
en las dos últimas décadas, con profusión, en un país donde es un género nuevo,
relativamente. Los cuentos de José María envejecen muy bien, o no envejecen,
según se mire, porque tienen voluptuosidad.
«Los cuentos de Merino envejecen, o no, porque tienen voluptuosidad»
7. Estrujarse la imaginación.
Muñoz Rengel: Merino es uno de esos autores de la imaginación. Hay que trabajar, como
él, con mundos imaginarios muy potentes.
Merino: El microrrelato es, por ejemplo, un género estupendo para decir mucho con
muy poco. La curiosidad y las ganas de vivir y de sentir y ver las cosas. Nunca
hay que meterse en la Torre de Marfil. El tebeo me sigue interesando muchísimo,
y la novela-cómic me parece un hallazgo.
8. Perseguir la liebre del microrrelato.
Merino: Es un género de síntesis profunda, que tiene que ver con la poesía, con
el aforismo, pero que tiene que ser un relato, tiene que contar algo. Es un
género estupendo para decir mucho con muy poco, para dar dimensiones, que a lo
mejor si empleases muchas más páginas no eras capaz de conseguir esa intensidad
y esa profundidad.
Muñoz Rengel: José María ha trabajado mucho el microrrelato en un país donde es un
género nuevo. Está creciendo, y Merino lo está ayudando a crecer.
9. Dormir poco.
Muñoz Rengel: Voy a revelarles que José María Merino duerme muy poco. Que lo explique
él.
Merino: No lo sé. De joven dormía mucho, pero hace años que tengo un mal dormir
inveterado y, aunque tomo el ansiolítico, me permite dormir seguidas tres horas
y media. Entre cinco y media y siete menos cinco de la mañana ya estoy
despierto. El problema es que te perturbe la mente, por ahora, no. El amanecer
me cunde. Soluciono los problemas al amanecer.
«La pena es que tenemos pocos lectores porque el lector español no está
bien formado»
10. Formarse como lector de
relato.
Merino: Llevamos ochocientos siglos familiarizados con el cuento escrito.
Cervantes fija el canon. El cuento está en nuestra cultura de una manera
natural desde hace muchísimos siglos, y no nos damos cuenta de ello. Si los
escritores seguimos escribiendo cuentos es porque pertenecemos a una tradición
centenaria. La pena es que tenemos pocos lectores; no están bien formados los
lectores en España. Hay que formar al lector español, hay que formarle el
gusto, tiene que saber lo que es el cuento. Llevamos ochocientos años
publicando cuentos.
Muñoz Rengel: Hay un número grande de autores escribiendo cuento, por lo tanto la media
de calidad es muy alta. Hay mucho cuentista, y pocos lectores para los muchos
cuentistas que hay.
FUENTE:
ABC.ES
PUBLICADO
POR ANTONIO ASTORGA
martes, 3 de julio de 2012
¿Qué es lo fantástico?
(René Magritte, La reproduction interdite)
A pedido de algunos amigos, aquí va una definición posible de lo
fantástico. Por supuesto, no es la única ni la definitiva, pero puede servir de
brújula a quienes deseen adentrarse en el género.
A pesar de la riqueza y la
pluralidad de lo fantástico, los
estudiosos del género coinciden en afirmar que la elaboración de un
cuadro cotidiano realista y verosímil es tan importante como el elemento
inexplicable que, en un momento dado, se desliza o irrumpe en la
narración. De hecho, como afirma Dino Buzzati, cuanto más preciso y sólido es el
cuadro, mayor será el efecto suscitado por el elemento intruso, que así resquebraja todo o parte de la “realidad” narrada.
Otro punto de confluencia es el del efecto creado en el lector, en quien debe
nacer la duda entre una explicación racional o irracional del fenómeno. Por lo
tanto, lo fantástico es una pregunta abierta, no una respuesta contundente. La
duda, en efecto, no puede surgir de un mundo maravilloso, donde todo lo que
pasa –sea sobrenatural o no– pertenece a ese mundo y, en ese contexto, resulta normal.
Éste es el caso del realismo mágico o de lo real maravilloso.
Por otro lado, lo fantástico puede ser terrorífico, pero no siempre. También
puede resultar cómico. En todo caso, el cuento fantástico suele inquietar,
incomodar.
Por cierto, esta inquietud puede surgir frente a lo extraño, lo inusitado, no necesariamente ante lo sobrenatural o paranormal.
Por cierto, esta inquietud puede surgir frente a lo extraño, lo inusitado, no necesariamente ante lo sobrenatural o paranormal.
Finalmente, lo fantástico puede oponerse a la ciencia ficción, en la medida
en que ésta se basa en el potencial científico cuando lo fantástico se fundamenta
en el terreno antagónico: el de la intuición, las creencias, lo sensorial o lo psicológico.
Sin embargo, se puede rozar a veces la ciencia ficción sin por ello restarle
nada al efecto fantástico.
De hecho, la literatura fantástica se caracteriza por su capacidad de
renovación, lo cual la hace bastante huidiza y siempre sorprendente. En suma,
solo gracias a un acercamiento “caso por caso” se puede debatir sobre la
pertenencia de tal o cual relato al género iniciado, en su faceta moderna, por
el alemán E.T.A. Hoffman.
Posdata. Para el lector curioso, el próximo domingo ocho de julio se publica en el suplemento “Fondo
Negro” de La Prensa una entrevista, realizada generosamente por Mauricio Murillo,
sobre este proyecto de antología, pero también, de modo general, sobre la literatura fantástica, sus características, sus
cultores en Bolivia y el mundo.
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