Mujer, quién eres.
No puedo llegar hacia
ti
porque mi sexo te ha
enyesado
dentro de una Venus
pétrea.
Sin embargo, no quiero
redimirte,
como un Miguel Ángel.
Sino que me redimas,
no como Ariadna servil,
sino como tú.
Y si este pedido es otra
prisión,
no entres,
no te pierdas conmigo.
Ah, como hablarte sin
enyesarte.
Soy una celda vacía
que quiere rehén.
He vuelto a los signos
equívocos.
(El hombre, quizá no
la mujer,
es rehén de signos quiméricos.)
Quién nacerá libre.
Qué mesías sabrá redimirse
desde la cuna.
Quizá tú, mujer, ya lo
sepas.
Y quizá por eso mi
alma te busca,
como a una deidad
inalcanzable.
Y quizá no te
encuentre
porque no te busco con
carne y hueso
sino a través de
signos etéreos.
Cómo salir de este
laberinto de signos
que ya es nuestro ser.
Mujer, si lo sabes…
Vuelo Salvador-Rio de Janeiro, 10/6/2016
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