viernes, 31 de agosto de 2012

Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki



Selección de microrrelatos de Ajuar funerario (Páginas de espuma, 2004), del escritor peruano Fernando Iwasaki (Lima, 1961).  Ahí van tres píldoras de terror…

VAMOS AL COLEGIO

Como todas las mañanas, he vestido a los niños y los he colocado en el asiento trasero para que sigan durmiendo. Enciendo el coche y el motor se va calentando, desentumeciendo. El invierno es crudo y prefiero no abrir la ventana para que los niños no pasen frío. Corro a la cocina a preparar sus bocadillos y no hay mantequilla, el queso también se ha terminado y tengo que abrir una lata de atún.
Cuando encuentro el abrelatas ya se nos ha hecho tarde. Corro al garaje. Apenas puedo respirar. Los niños no se despiertan.


EL CUARTO OSCURO

Hace poco tuve una pesadilla terrible. Soñé que la madre Dolores me ponía unas cuentas larguísimas que nunca me salían. Sumaba una columna y me olvidaba cuánto llevaba, y tenía que empezar de nuevo y los ojos de la madre Dolores se ponían rojos como los de los monstruos de los dibujos. Como me puse a llorar la madre me cogió de las orejas y con su carcajada de bruja me encerró en el cuarto oscuro hasta el día siguiente.
Mi esposa no me cree y quiere saber dónde estuve toda la noche.


ÚLTIMA VOLUNTAD

Los moribundos tienen fugaces destellos de lucidez que se extinguen como velas en la penumbra de la muerte. Mamá murió así, enumerando mis obligaciones, recordándome mis deberes, indicándome en qué cajón estaban los papeles del seguro, quiénes tenían libros suyos y sobre todo conminándome a proteger siempre a mis hermanas. Pobre mamá. Su agonía había sido muy larga y jamás esperamos que en el último instante pudiera despedirse así. Lentamente fue cayendo en una somnolencia dolorosa, repitiendo una y otra vez los nombres de mis hermanas. Cogí su mano y me dijo que le alegraba reunirse por fin con papá. De pronto me clavó dulcemente las uñas y me pidió que nunca dejara solo a Luisito, que estaba enfermito y me necesitaba. Y mamá murió como suponía, reservando sus palabras finales para el pobre Luisito, que falleció de leucemia cuando éramos niños.
Fuimos a casa de mamá a ordenar sus cosas y escuchamos un llanto dentro del ropero. Mis hermanas dicen que es mi obligación y me lo tuve que llevar a casa.
Le gusta jugar con medias de nylon y pétalos secos.

No hay comentarios.: