I
La fantasía
Mav nació en un
pueblo muy pequeño. Desconocido hasta en el próximo pueblo, aun más pequeño.
Según sus propios cálculos, no rebosaba los cien habitantes. Eran sólo dos o
tres las casas que no conocía a los siete años. Aunque porfiaba que su casa era
la más grande del mundo. (Un golpe en la nariz con el dintel de la puerta
principal a los diez años lo llevó a cambiar de parecer.) Y no pocas las que
frecuentaba a la hora de comer. Para vergüenza de todos sus antepasados,
presentes y futuros. Por ello le azotaban con ramos de tamarindo cuando llegaba
a las tres de la tarde y no preguntaba por el plato (ya frío) que se le había
guardado caliente. Pero a Mav no le servían palos, como decía su abuela. Entre
más castigos (cada vez más severos) recibía, más temprano salía al alborear de
otro día. Un día se levantó a las tres para hacer un viaje que ningún hombre
osó hacer a pie porque se llevaba medio día.
II
La poesía
1
Cuando la carne traspasa
la frontera de la infancia
se lleva consigo pequeños trozos
de lo que el hombre, aún niño
(como presintiendo lo que ha de venir)
no quiere perder del todo
2
Un día cualquiera
(sin aviso previo
o estruendo de puerta)
un fuego sediento
que precisa de sangre
invade la carne
III
La sequía
(Puede durar un segundo y parecer mil siglos
pero no mil siglos y parecer un segundo)
IV
La filosofía
Demasiado tarde entenderé las cosas que para entonces ya me habrán pasado e
inútilmente trataré de advertírselo a los nietos (probablemente ajenos) que
también entenderán demasiado tarde lo que para entonces ya nos habrá pasado a
todos. Para entonces, Mambrú habrá vuelto a la guerra. Mi carne no responderá a
los impulsos de la sangre. No habrá nadie a quien reclamarle. Y tantos rostros
invisibles a quienes pedirle perdón. Quizá habrá dinero, pero no habrá tiempo
ni espacio. Sólo el estrecho ataúd. Sobre el asombro marchitado por la sequía,
caerán aguas nuevas. Demasiado tarde. Si entendiera hoy lo que ha pasado
mañana, quizá no cometiera los errores venideros.
Edipo ante el enigma
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